A simple vista podríamos afirmar que no hay ninguna relación entre el tabaquismo y la COVID-19, o, siendo rigurosos, que aún no ha sido avalado oficialmente por la ciencia. Sin embargo, sí podemos afirmar que ambas son pandemias que afectan a las personas sin distinción de raza, sexo o edad y que tiene severas consecuencias socioeconómicas y de salud pública.

Sí hay evidencias que demuestran que los pacientes que son tabaquistas y portadores de alguna patología respiratoria crónica y enfermedad cardiovascular, tienen mayor riesgo de desarrollar síntomas más severos al infectarse de COVID-19.

La infección por COVID-19 toma relevancia no sólo en el tabaquismo activo, sino también con relación al humo que exhalan terceros ya que este puede actuar de vehículo para el virus, es decir, si un fumador pasivo inhala lo expirado por el fumador activo, podría contagiarse.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se debe prestar atención a la función del tabaquismo en la tasa de incidencia, transmisión y mortalidad del COVID-19. Otro dato que publica, es que el consumo de tabaco es un factor de riesgo para seis de las ocho principales causas de defunción en el mundo.

Aún con estos datos, un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill (USA), revela que el 40% de los fumadores consume más tabaco desde el inicio de la pandemia.

Ante este panorama, dejar de fumar es la mejor decisión que el tabaquista puede tomar para su salud actual y futura y, más aún, en tiempo de pandemia. Dejar de fumar va a disminuir la posibilidad de transmisión de infección por COVID-19 y, en caso de enfermar, un exfumador tendrá mejor manejo de la infección por el impacto beneficioso, positivo e inmediato en el funcionamiento del aparato respiratorio y cardiovascular en abstinencia.

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